Los cordobeses nos enorgullecemos de la riqueza de recursos naturales de la región y las autoridades municipales y departamentales predican sus bondades. Esto nos hace pensar que la región debería ser rica y sus habitantes deberían tener niveles de vida altos. La realidad es otra: somos una región pobre con bajos niveles de vida y de ingreso.
Algunos indicadores muestran que somos pobres y tenemos un nivel de vida bajo. El ingreso per cápita del departamento es la mitad del de Colombia y es similar al de países como Papúa Nueva Guinea. Cifras del DANE indican que en 2019 el 35 por ciento de la población adolece de ciertas carencias vitales como salud, educación, empleo, acceso a servicios públicos y buenas condiciones de vivienda; estas carencias, denominadas pobreza multidimensional, las sufren el 47 por ciento de las personas en los centros poblados y rurales dispersos y el 23 por ciento de ellas en las cabeceras municipales. Las cifras de pobreza monetaria disponibles para 13 ciudades y áreas metropolitanas indican que en 2019 en Montería el 36 por ciento de la gente era pobre y el 6 por ciento vivía en condiciones de extrema pobreza.
Los altos niveles de pobreza se deben principalmente a que la calidad de los recursos humanos de la región es baja, lo que los hace menos productivos. Con malas condiciones de salud y bajos niveles de educación nuestros trabajadores producen menos con el mismo esfuerzo que lo que produce una persona con buena salud y mejor educación. Esa baja productividad hace al salario mínimo muy alto para las condiciones productivas locales y lanza a los trabajadores al sector informal, lo que se refleja en que menos del 15 por ciento de los ocupados cotiza para salud y pensión.
Algunas cifras ilustran la situación en salud y educación. En salud, la Encuesta de Demografía y Salud de 2015 encontró que en Córdoba las tasas de mortalidad infantil (menos de un año) y de la niñez (menos de cinco años) eran de 18 y 21 por mil niños nacidos vivos. En educación todavía tenemos gente analfabeta: en 2018, el 11.6 por ciento de las personas eran analfabetas. Las cifras de las pruebas Saber muestran que los estudiantes de Montería están por debajo del promedio nacional y en especial de los de mejor desempeño. Según el Banco Mundial los estudiantes de Córdoba aprenden menos que los de Bogotá o Risaralda que completan un número similar de años de educación. Todo esto lleva a tener un capital humano más bajo que el promedio nacional.
Los problemas presentan oportunidades. Para aprovecharlas necesitamos disciplina y motivación, dos condiciones que condujeron a la región del Valle de Napa al norte de San Francisco, California, a convertirse en una potencia vinícola mundial, colocarse en la cima del mundo y ganar concursos de degustación internacionales. En una visita a esa región vi su sofisticación productiva, la variedad de sus productos y el nivel de bienestar de sus gentes. También vi que sus agricultores podían generar mucho valor con recursos hídricos limitados y con suelos menos fértiles que los nuestros. Lo pueden hacer porque tienen recursos humanos de buena calidad, administraciones públicas competentes, un clima propicio para los negocios y universidades de alta calidad dedicadas a la investigación agrícola. Todas estas características hacen a sus agricultores muy competitivos en los mercados mundiales. Alcanzar ese grado de desarrollo requiere disciplina y motivación: de los agricultores, las empresas, la sociedad civil y las administraciones públicas municipales y departamentales. Para lograr ese cometido tenemos que apropiarnos de nuestros problemas, resolverlos nosotros y no esperar que nos los resuelvan en el centro del país, pues nadie lo hará. Las condiciones presentes no son inmutables. Podemos cambiarlas si lo deseamos y nos proponemos.