Los cimientos de las sociedades se edifican cuando sus miembros se ponen de acuerdo en lo fundamental, cuando entendemos que lo general prima sobre lo particular y cuando el respeto entre gobernantes y gobernados se ancla en la conciencia del grupo que la conforma. El Estado haciendo uso del mandato constitucional ordena y dirige para que los derechos de los asociados sean garantizados a través de políticas diseñadas para tal fin. En este escenario los actores principales somos nosotros, quienes siempre anhelamos que el Estado nos proporcione las mejores herramientas posibles para nuestro bienestar.
¿Pero todo debe darlo el Estado? El aporte del ciudadano es de lo más valioso en un país que pretenda tener una organización social justa, equitativa y respetuosa de los derechos de los demás, pretender que la responsabilidad de la convivencia pacífica y armónica, radica en manos del gobernante es tanto como pensar que el padre debe cargar al hijo hasta su adultez.
Prácticas tan sencillas como cuidar los canales recolectores de aguas lluvias, conservar las señales de tránsito, no quemar ni tirar basuras, no romper las bancas ni los elementos dispuestos para la recreación en los parques, mantener en buen estado el equipamiento de las instituciones educativas, no ensuciar los muros de la ciudad, no destruir los paraderos de buses, no pasar el semáforo en rojo, no ir en contravía, estacionar correctamente el vehículo, devolver el carro del mercado a su lugar, cuidar la naturaleza y con celo el medio ambiente -entre otras- nos harían una gran nación, acciones como estas corresponden al deber ser del ciudadano de bien y no es posible aprender el conocimiento específico, excluyendo los principios elementales que nos distinguen de las demás especies.
No basta con matricular al niño en la escuela, se necesita un buen ejemplo y el ejercicio diario de civismo dentro y fuera del hogar. Quizá, observar estas normas tan elementales de educación, permitirán que en el futuro puedan ser considerados ciudadanos del mundo capaces de adaptarse, de enseñar y de no conculcar los derechos del otro.
No es posible construir patria sin hechos que contribuyan a un mejor vivir. Todos tenemos el compromiso de velar por los bienes y servicios dispuestos para el uso y goce de los mismos y erradicar cualquier comportamiento que le sea contrario. Error craso, pensar que solo el Estado debe hacerlo, sin excepción, todos tenemos una cuota que aportar, nuestra deuda es inexorable con la sociedad, la familia y con nosotros mismos, no atenderla a tiempo es estar parado permanentemente en el borde de un abismo.